Brusa terminó en Coronda. El ex juez federal escuchó en silencio los delitos que le imputó su reemplazante en el mismo cargo que ejerció hasta su destitución.Eduardo "Curro" Ramos, ex oficial de la policía provincial.Fue uno de los que rechazó los cargos del magistrado.
El juez federal de esta ciudad, Reynaldo Rodríguez, indagó ayer a cuatro de los seis represores de la dictadura que ordenó detener el martes, venticuatro horas antes de sentarlos en el banquillo.
Por Juan Carlos Tizziani
El ex juez federal Víctor Brusa pidió más tiempo para que su abogada -la defensora oficial‑ pueda conocer la causa que ya tiene cinco cuerpos, mientras que los otros tres imputados: los ex oficiales de la Policía de la provincia, Héctor "Pollo" Colombini, Eduardo "Curro" Ramos y Juan Calixto Perizzotti rechazaron los cargos que les reprochan: privación ilegítima de la libertas, tormentos y amenazas. El desfile terminó con Brusa y Colombini presos en la cárcel de Coronda y el primer fallo de una batalla legal que recién empieza: Rodríguez rechazó el pedido de exención de prisión presentado por la defensa de Colombini y del suboficial retirado del Ejército, Nicolás Correa (número dos de la Subsecretaría de Seguridad Pública en el primer gobierno de Jorge Obeid) que hoy tiene fecha de indagatoria y hasta ahora zafó porque no estaba en su casa del barrio Candioti cuando la Policía Federal fue a buscarlo. El lunes le tocará el turno a la sexta imputada: María Eva Aebi, ex carcelera de la Guardia de Infantería Reforzada, hasta ayer con paradero desconocido.
Brusa y Colombini llegaron al Tribunal Federal muy temprano a bordo de dos patrulleros. Habían pasado la primera noche en la Policía Federal, en plena Recoleta santafesina, junto con otros dos detenidos: Ramos y Perizzotti.
Las indagatorias se dividieron entonces en dos tandas. A la mañana: Brusa y Colombini; a la tarde: la segunda dupla. El ex juez federal escuchó en silencio los supuestos delitos que le imputó su reemplazante en el mismo cargo que ejerció hasta su destitución por atropellar un nadador en la laguna Setúbal, en 1997 y dejarlo abandonado. "El doctor Brusa informó que su letrada, la defensora oficial, debía conocer el expediente para utilizar las herramientas procesales que correspondan, según su interés y necesidades en la causa", explicó después el juez federal santafesino Rodríguez.
‑Entonces, ¿se negó a declarar? -preguntó un colega.
‑No es que el doctor Brusa se haya negado a declarar, dijo que su letrada debía tomar conocimiento de la causa para decidir el rumbo de la defensa -aclaró el magistrado.
La estrategia de Colombini fue distinta. "Negó todas las imputaciones que se le hicieron y a partir de ahora su abogado tiene una serie de herramientas para plantear", dijo el doctor Rodríguez. Pero un par de horas después, el juez el rechazó el primer planteo de la defensa de Colombini: un pedido de exención de prisión, lo que significa que el ex jefe de Drogas Peligrosas de la provincia continuará preso, aunque desde ayer a la tarde en la cárcel de Coronda y en la misma vecindad de Brusa.
Al mediodía, el juez Rodríguez abrió las puertas de su despacho para informar sobre la causa. "Comenzó con una denuncia que en su momento hizo el fiscal Eduardo Freiler, hoy camarista federal en Buenos Aires con motivo de la desaparición de personas entre 1976 y 1983", recordó. "Desde mayo de 2001 se cumplieron diferentes diligencias procesales, se tomaron muchísimos testimonios, se recibieron informes de diferentes ámbitos y se agregó otra documentación a la causa que ya tiene más de cinco cuerpos. A principios de diciembre del año pasado, tomé la decisión de llamar a indagatorias a estas seis personas (Brusa, Colombini, Ramos, Perizzotti, Correa y Aebi), por ahora", explicó.
‑¿Cuáles son los cargos que les imputa?
‑Privación ilegítima de la libertad, amenazas y tormentos.
‑¿Por qué ordenó detenerlos antes de la indagatorias?
‑Es una estrategia del tribunal ‑explicó el juez.
‑¿Temía que alguno de ellos se escapara?
‑No, es una estrategia de quien le habla ‑insistió Rodríguez.
‑¿Por qué no citó al ex comisario Mario Facino?
‑Oportunamente lo voy a resolver.
‑¿Habrá más imputados?
‑Hay un pedido respecto de otras personas. No me pida nombres y apellidos porque no me acuerdo. No se olvide que este es un Juzgado Federal con más de 40.000 expedientes ‑apuntó.
Eran casi las tres de la tarde cuando un operativo policial sacó a Brusa y Colombini del Juzgado Federal. Fue una salida tensa. Los dos habían estado ocho horas adentro a pesar de que las indagatorias sólo fueron un trámite burocrático, en un caso para pedir más tiempo y en el otro para negar los cargos. La concentración de la mañana con Madres de Plaza de Mayo, Familiares de Desaparecidos y militantes de organismos de derechos humanos se había desgranado con las horas. Pero algunos se quedaron hasta el final, quizás alentados por los cazadores de imágenes más resistente: los camarógrafos de TV.
El sol caía a plomo cuando dos patrulleros de la Policía Federal estacionaron frente al Tribunal, a la izquierda, en plena calle 9 de Julio. Uno de ellos ingresó marcha atrás en el garage del edifico; el otro, se acercó muy lentamente a la entrada principal. Semejante despliegue para evitar el escrache público disparó el primer grito. "¿Por qué no le ponen una capucha? ¡Así nadie lo puede ver!", desafió el familiar de una de las víctimas de la dictadura que esperaba en la vereda. Nadie contestó.
Unos minutos después, el portón grande se abrió de par en par y el auto picó en primera. Algunos identificaron en el asiento de atrás a Colombini. Voló un manotazo sobre la ventanilla y estalló la bronca. "¡Llegó tu hora!", le gritó alguien. Un coro de mujeres lo insultó.
Unos metros más adelante, el otro rescate se cumplía sin interferencias: un canoso salió a las corridas del Juzgado Federal y se zambulló en el patrullero. Fueron unos segundos. "¡Ese es Brusa!", alertó un hombre a la distancia, mientras el señalado se asomaba por el asiento para espiar a quienes lo esperaron tantas horas. Las mujeres lo corrieron, pero ya era tarde. El escape de los autos apagó los insultos que después se transformaron en llanto.